Tan sólo una vez yo
Quiero que me grites más adentro...
Traté de encontrar un sentido perdiéndolos todos... Y parece que lo logré. El punk rock permanece.
¿Y si todxs vivimos un realismo mágico?, ¿un pacto de ficción con la realidad y nuestras emociones? Parches con los que encubrimos los huecos, heridas y dolores que nos ayudan a sobrellevar la existencia. El beneficio de la duda que nos orienta a tener cierto sentido optimista ante los actos inéditos de los que no tendremos una respuesta.
Hoy después de casi un mes de ajetreo, al fin me siento en calma para escribir. Sí, para escribir no sé, sobre el remolino de emociones de las últimas semanas. Hoy siento una calma sospechosa, quizás por la inestabilidad de días pasados. Qué diría mamá Virgine Despentes si le dijera que ahora le tengo miedo a los hombres en la calle, que no dejo de mirar sus manos por si entre sus dedos se asoma algo que pueda ser utilizado como un arma, que mientras caminaba con T. por las calles de aquélla ciudad me estremecía al pasar cerca de algún sujeto con apariencia cholesca, que T. me insistía para usar el taser sin miedo. No sé qué va a ser de mí después de esto. Me vine a refugiar al cariño xaterno, para recordar lo que es sentirse segura y sin preocupaciones de adulta. Me vine a buscar estabilidad que no podía encontrar en la ciudad, sola. La compañía de T. aunque si bien fue transitoria, también fue una grata experiencia que me hizo olvidarme un rato de los dolores físicos y mentales. Viajamos de muchas formas, de ciudades y en la introspección.
Esa montaña rusa de emociones sucedió de la manera en la que debía. Estoy profundamente agradecida. Ahora sólo trato de darle forma a mis logros académicos para terminar con todo esto.
Yops cuando la hago de pedo y siempre salen con que si ya podríamos no pensar en una cuestión de género en la escritura o la muerte del autor.. Bueno, para mí también habría que pensar en la estructura que posibilita el acceso a ciertas lecturas y arrumba otras. ¿Quiénes han conformado el canon atribuyéndose el poder de la censura o proliferación de ciertas obras?
Yo tampoco quisiera que aún fuera un tema para discutir, pero ya que el mundo tampoco ha cambiado lo suficiente para que no sea un tema importante, pues seguiré insistiendo con ello en todos mis espacios -.-. Sobre todo por condiciones genealógicas, ya que esta esfera de la cultura también ha sido terriblemente misógina.
Post by La vagabunda
El asunto de separar al autor de la obra es misógino, racista y clasista, supone que es nuestra obligación como escritoras, lectoras, estudiantes de las diferentes licenciaturas, maestrías, doctorados, etc., en letras, amantas de las letras, pasar por alto y perdonar a feminicidas, violadores, pederastas, torturadores emocionales, tratantes, etc., en nombre de respetar un canon que ellos mismos construyeron y legitimaron entre ellos.
Hay quienes dan por hecho que al negarse a leer a Octavio Paz por ser un maltratador misógino, racista, chantajista, que hizo de la vida de Elena una cárcel y que intentó destruirla creativamente, es negarse a conocer la poesía mexicana como si no fueran poetas mexicanas del mismo siglo: Elena Garro, Pita Amor, Rosario Castellanos, Dolores Castro, Enriqueta Ochoa, Concha Urquiza, Carmen Alardin, Griselda Álvarez, Germaine Calderón, María Entiqueta Camarillo, Rosina Conde, Pita Ochoa, Elsa Cros, Coral Bracho, Isabel Fraire, Emma Godoy, Elva Macías, Margarita Michelena, Thelma Nava, Margarita Paz Paredes, Aurora Reyes, Maricruz Patiño, Ulalume González de León, Rosa María Roffiel y muchas más.
Que no leer William Burroughs, el asesino de Joan Vollmer, que por cierto salió de la cárcel en Lecumberri 13 días después de haber sido declarado culpable del asesinato de la quien fuera su esposa, nos priva de conocer a la generación beat como si no existiera la obra de Marge Piercy, Elise Cowen, Diane di Prima, Denise Levertov, Joanne Kyger, Lenore Kandel, Ruth Weiss, Janine Pommy Vega, Anne Waldma, Brenda Frazer, Hettie Cohen, Elizabeth Bishop, Maxine Kumin, Lucille Clifton, Kay Ryan, Elizabeth Alexander, entre muchas otras.
O al respecto de los escritores latinoamericanos que erotizan la pedofilia como García Márquez, y la idea de que no leerlo nos hace ignorar el realismo mágico, aunque tengan obras maravillosas María Luisa Bombal, Elena Garro, Silvia Ocampo, Isabel Allende, y otras escritoras del boom latinoamericano como Núria Marrón y Clarice Lispector, entre otras.
Sobre no leer al violador de Pablo Neruda, que nos perdemos de la poesía militante, aunque nos regocijemos en los versos de Ana María Rodas, Gioconda Belli, Rosa María Roffiel, Alaide Foppa, Ruby Arana, Ligia Guillén, Carla Rodríguez, Mariana Sansón, Josefa María Vega, Rosa Umaña Espinoza, Vidaluz Meneses Michelle Najlis, Esperanza Ramírez, y de las chilenas: Pía Barros, Heddy Navarro, Carmen Berenguer, Teresa Calderón, Constanza Lira, Paz Molina, Natasha Valdés, Heddy Navarro, Myriam Díaz-Diocaretz, Carmen Berenguer, Elvira Hernández, Carmen Berenguer y otras.
Con Arreola, el violador de Elenea Poniatowska, y torturador psicológico de Tita Valencia aseguran que no sabemos apreciar la literatura mexicana, pero nosotras tenemos presentes a Tita Valencia, Amparo Davila, María Luisa Mendoza, Ángeles Mastretta, Nelli Campobello, otra vez Elena Garro, Rosa María Roffiel, Rosario Castellanos, Rosina Conde, Teresa Dey, Inés Arredondo, Cristina Rivera Garza, etc.
Y así un sin fin de ejemplos a lo largo se la historia de la literatura, en las diferentes geografías del mundo, donde las mujeres artistas (no sólo las literatas) tienen una obra muy rica, obras que te tocan las entrañas y te cambian la vida, pero son dejadas para después porque la academia sostiene que tenemos que separar al autor de la obra y que hay que leer religiosamente y por obligación, como si no nos hubiera robado ya toda nuestra formación académica, a los grandes escritores sin importar cuán ruin haya sido su existencia, ni de cuántas formas destruyeron la vida de las mujeres que tenían cerca, porque de no leerlos vamos a la hoguera por falsas literatas alegando que si no los leemos a ellos, no tenemos referentes literarios.
El asunto de separar al autor de la obra es un mecanismo más de invisibilización de la literatura escrita por mujeres. Decirnos que no leer hombres es no leer, demuestra el punto, han perdido mucho tiempo leyendo a esos hombres que son la antítesis del artista, que debería crear, no destruir; y se han perdido de una gran parte del universo literario por aferrarse a un canon rancio, masculino, heterosexual y blanco.
El arte no cabe en la academia, la literatura es más grande que el canon, y cuando decidimos no leer hombres no estamos renunciando a nada, al contrario, nos estamos dando la maravillosa oportunidad de leer a las miles de mujeres que no son leídas como lo merecen, de reconstruir la historia de nuestra palabra y de encontrarnos con un basto universo de literatura escrita por mujeres en todos los siglos, en todo el mundo.
No es ético separar al autor de la obra, sobretodo porque eso se hace para no bajar del pedestal a los que son consideran los grandes escritores, los grandes clásicos, los grandes referentes de la literatura, aunque no sean sino feminicidas, violadores, grandes misóginos; y porque se hace para no abrirle paso al estudio de las letras de las mujeres más allá de algunas materias optativas en algunas universidades, porque claro, conocer la literatura escrita por hombres es obligatorio, pero conocer la literatura escrita por mujeres es opcional.
En estos últimos días he pensado en el ejercicio de la violencia. Concretamente el Gender Based Violence. Si bien es cierto que en nombre de la cultura y con un sistema patriarcal hiper arraigado se han permitido e incluso legalizado las agresiones físicas y simbólicas de los hombres hacia las mujeres de maneras terriblemente explícitas y otras más "sutiles" (como lo que algunas personas refieren como "micro" o "neo" machismos, pero conductas machistas a fin de cuentas), también me preocupan otra clase de violencias de las que no se habla tan evidentemente, un poquito más allá de sólo pensar en la que los hombres efectúan sobre las mujeres (pensando en esquemas heteronormativos). Con esto no quiero quitarle el lugar que se merece al peso y visibilización que ha cobrado detener, prevenir o estar alertas ante la violencia machista en la actualidad, que en su forma más extrema tenemos el feminicidio. En realidad hablo de preguntarnos sobre la constitución de una relación violenta e incluso de la generización de esas violencias. ¿Sólo los hombres heterosexuales ejercen violencia machista?, ¿qué pasa con la réplica de jerarquías de poder (principal ingrediente de la violencia) en relaciones de lesbianas/gays/trans?
Eso me da para pensar entonces que la
violencia no está sujeta a una sexuación corporal pero sí que se ha socializado
y asociado la balanza del poder hacia las actitudes que se han considerado
masculinas. De otro modo, ¿estaríamos apelando una vez más a argumentos biologicistas
y, en el peor de los casos, esencialistas? Por lo tanto, que en nuestros
imaginarios pueda persistir la idea del vato=malo, morra= buena. ¿Así de
dicotómica debería ser nuestra mirada? A veces me da la sensación de que así de
impresionista se consolidan las miradas actuales de los problemas de género.
¿Estamos listxs para esa conversación sin
pensar necesariamente que se atenta a neutralizar las estrategias para detener
la violencia hacia las mujeres?, ¿alguien más se lo ha preguntado?, ¿sólo soy
yo la ondeada ansiosa?, ¿qué comeré hoy?
“The spectacle is certainly a strange one, I thought. The history of men's opposition to women's emancipation is more interesting perhaps than the story of that emancipation itself"
Cuando pienso en el canon cultural se me viene un olor fétido a patriarcado, a androcentrismo, a machos burgueses. Gente con privilegios que trascendieron en la cultura.
No me jacto de ser irreverente: sólo lo soy. La indiferencia me acompaña al contemplar lo que se erige como sublime; pero tampoco siento con la banalidad. ¿Será que estoy vaciada de sensibilidad visual?
Yo no imagino la sustancia, trabajo con ella, con extractos de subjetividad; no con forma o materia. Quizá la literatura esté más desprolija de imposiciones visuales. Las generadas están íntimamente asociadas con nuestra historia y almacén subjetivo.
Mejor busco -será porque me reconozco- en los márgenes de los discursos hegemónicos. Y aún así, difícilmente me encuentro.
Que mis privilegios no me atrofien
la sensibilidad y la empatía.
Que la soberbia de la academia no me impregne
ni de noche
ni de día.
Que mi empoderamiento dinamite las jerarquías.
Que la injusticia sea
mi única
enemiga.
Que las mujeres seamos ese espacio sororo
de resiliencia
y compañía.
Que en nuestros himnos nunca falte
alegría
y rebeldía.
Pero sobre todo pido
que sea reconocida nuestra autonomía,
que se castigue al feminicida,
que cesen los llantos de madres afligidas
por las desaparecidas.
Amen.
(Un poema simple pero, ¡el primer verso no dejaba de rondar mi cabeza!)
Últimamente he pensando mucho en sexo. O bueno, para ser más específica: en la sexualidad femenina; en la evolución de la práctica y los sentires alrededor de ella. Primero: sentida como una actividad insufrible, realizada sólo en el nombre de Dios para procrear y compromiso marital (¿debo decir que en ese momento era exclusivamente centrada en un placer masculino?). Después, el paso a la liberación sexual con la píldora primero y luego con otros métodos anticonceptivos para promover la autonomía sobre nuestras cuerpas; lo cual permitió pensarla en términos de placer, deseo y planificación familiar (en teoría, donde también se atraviesan los accesos a la información y la ESI, tema fundamental en la actualidad), y distanciarnos de la moralidad rancia, apestosa a patriarcado que constriñía las cuerpas.
No escribo con conocimiento de teoría, de artículos, de estadísticas, en fin, datos duros que respalden estas palabras. En realidad escribo desde lo que leo, veo y escucho de experiencias en amigas, en conocidas, en mujeres con cuyos caminos he cruzado literalmente, en las calles, en los autobuses, en la vorágine virtual. No sé si es suficiente decir que escribo con algunos conocimientos de causa, con la fuente de lo que Lexa dice y siempre resulta cómico "Fuentes: créeme, wey", rompiendo de esa manera la tensión de una rigurosidad académica que legitima nuestras palabras e ideas en ciertas esferas.
Entonces estoy aquí, escribiendo ahora sobre una idea que me ha dado vueltas, me visita en algunos momentos del día y decidí sacarla a pasear en esta expresión de subjetividad.
Bueno, el caso es que hablaba con mi amiga L. el lunes, sentadas afuera de una tienda después de un rato compartido en las compras de alimentos. Hablábamos de vatos como a veces hacemos y la sexualidad en este caso. Reflexiono desde ese momento en la cadena de castigos, es insuficiente pensar en la maternidad como el mayor "descuido" en una generación que teme y repudia, en una apreciación sobre este imaginario colectivo contemporáneo que me tocó vivir, la reproducción humana: maternidad y paternidad. Hay miedo porque muchxs ya renunciamos a las ideas del éxito y estabilidad en un sistema capitalista y patriarcal. Los roles de xadres no son malos per se, sino la manera en que el sistema de resiste a hacerlo compatible con una vida laboral activa y digna en sentidos de cuidados. Es decir, un equilibrio utópico entre la esfera privada y pública.
Entonces tengamos a una chica de 30 años que se llame Lucía (sólo porque en mis círculos no conozco a ninguna que se llame así), quien sostiene un estilo de vida libre en muchos sentidos, pero aquí atañe sobre todo al aspecto sexual. Sin parejas fijas pero con deseo sexuales intermitentes. Primer paso: anticonceptivos, con todo y efectos secundarios en el paquete como precio de ejercer una libertad sexual previniendo una maternidad no deseada. Suponte que escoge un método como el DIU o unos parches, con todo y las alteraciones hormonales que esto pueda traer.
A las ancestras les martilleaba el peso moral de llegar a la etapa del disfrute sexual en el mismo acto, ejercicio humillante y dolorose durante siglos donde el placer masculino era el centro y objetivo porque, ¿qué mujer osaría a atreverse a disfrutarlo? Una puta, y serlo, lo sabemos, se sigue sostieniendo como la encarnación de las peores ideas y valores que se depositan en un cuerpo femenino, porque alude a una libertad sexual, aspecto que el patriarcado ha tratado de controlar desde hace siglos. Digamos que hablamos entonces desde un tiempo en el que le estamos tratando de dar toda la vuelta al discurso: antes, y quizá aún queden resquicios de ello, se pensaba que la sexualidad femenina era un tema tabú e inexistente y que sólo se ejercía en función de la reproducción y, por lo tanto, de la maternidad; porque las mujeres sólo estábamos completas con un marido y lxs hijxs. Actualmente, en el pequeño mundo subjetivo que habito y desde dónde erijo los puentes sociales, las compas sostienen otras formas de relacionarse, solterías radicales quizás o quéséyo, la intensidad del disfrute y el placer de nuestras cuerpas, la afirmación de una sexualidad femenina activa disfrutable... y el miedo a la maternidad sino es efectuada en, aún, las condiciones ideales acorde con el sistema capitalista y patriarcal. Son pocas las mujeres que conozco que añoran la maternidad prescindiendo de una pareja, como un sueño individual. Muy significativo si tomamos en cuenta este salto generacional que ahora podemos disfrutar.
Pero bueno, damos el paso al disfrute y placer sexual en el momento para... Las preocupaciones por el embarazo que siempre se anteponen a una posible ETS. Ambas seguramente alterarán nuestros cuerpos de maneras reversibles o, en el pero de los casos, irreversibles.
Recuerdo los insomnios desbordados de ansiedad y angustia cuando practicaba mi sexualidad con H. de maneras descuidadas. En el momento se sentía bien pero sólo terminaba y comenzaba el mar de angustias y, sobre todo, el sentirme sola con eso y pensamientos que me flagelaban con ofensas hacia mí misma, no por la culpa de ser activa sexualmente, sino por hacerlo con tantos descuidos. Me lleva a preguntarme, ¿qué tan poco me quería en esos momentos como para permitirme a mí y a otrxs tantas libertades lastimosas sobre mi cuerpa? Cuando ni siquiera valía la pena. Ahora las morras podemos afirmar que demandamos un vínculo sexual placentero pero aún siguen habiendo parejas violadoras, violentadoras y egoístas, que te hacen sentir como si sólo se masturbaran con el cuerpo de una. Disfrutan de nuestra libertad sexual sabiendo que no habrá un anillo de matrimonio de por medio, como garantía de que estarán con nosotras en un compromiso oficial; ya no los queremos en nuestras vidas, sólo disfrutarlos cuando nos plazca pero, ¿qué pasa cuando ese placer está disfrazado de otras emociones? Tristeza, soledad, inseguridades... Tenemos los elementos perfectos para crear una dependencia sexual que podría encubrir una falta afectiva pero conformándonos con eso. Hablo sólo por mí, porque al final en eso se transformó todo.
Narcisa se quedó pensando que la mujeres son tremendas; esa noche Narcisa tuvo largas horas de profunda meditación, pensó en la condición transitoria de nuestro ser, de nuestra voz, pensó que si la materia no desaparece, sino que solamente se transforma, al transformarse pasa a ser otra cosa distinta de lo que fue y por lo tanto, tenemos que admitir que si la materia no desaparece, sí desaparece su forma original; la condición eterna de las cosas es precisamente, su transitoriedad; un edificio se hace polvo con el paso de los siglos y ese polvo persiste en su transitoriedad al convertirse en otra cosa y después en otra y en otra; tal vez el eco de la voz hecha letra persista, con algunas transformaciones sufridas a manos editoras ajenas a su esencia, pero tal vez muchas se salven, rueden intactas por los siglos, y eso seré, seré palabra que lleve a los demás a mundos desconocidos, me seguirán las muchedumbres, caerá sobre ellas el peso leve de mi luz; quiero anticiparme al paso del tiempo, desintegrar mi materia, llevarla al año 2000, asomarme a lo que será mi mundo en ese pedazo de tiempo en el que ya habré cumplido sesenta años;
Esta es la causa por la que encuentro imposible compartir las creencias de algunas mujeres en un pasado matriarcal o en un contemporáneo reino “matrístico” presidido por la Diosa, un reino de tradición femenina, marginal y subterráneo y, más aún, positivo y bueno, amante de la paz, ecológico, matrilineal, matrifocal, no indoeuropeo, etc.; en suma, un mundo no tocado por la ideología, la lucha racial y de clase ni por la televisión; un mundo no problematizado por las demandas contradictorias y las gratificaciones opresivas del género tal como yo, y seguramente esas mujeres también, experimentamos cotidianamente. Por otra parte, y en gran medida por las mismas razones, encuentro igualmente imposible dar lugar al género ni como una idea esencialista y mítica del tipo que acabo de describir, ni como la idea liberal-burguesa estimulada por los anuncios de los medios: algún día, pronto quizás, las mujeres tendrán sus carreras, sus propios apellidos y su propiedad, hijos/ as, maridos y/o amantes femeninas de acuerdo a sus preferencias y todo sin alterar las relaciones sociales existentes y las estructuras heterosexuales a las que nuestra sociedad, y muchas otras, están atadas firmemente.
Escribir es lo único que me ha sujetado con una relativa cordura. Es decir, ya sé que estoy loca, pero disimulo mi caos; algunas veces con más éxito que otras. Sin embargo, eso siempre se asoma, se me escurren los destellos de locura en la mirada, en los suspiros y, sobre todo, siempre, en las palabras cuando siento dentro una flamita incentivada.
Hoy me siento loca y escribo. Hago esto para desenredar la urdimbre de ideas, o pactar el sueño por las noches se hace aún más difícil. Me creo una red abstracta para recoger esas ideas, concretarlas a través de palabras porque, ¿qué más es la realidad sino la evocación de la misma? Ejercicio dialéctico de lo que se produce en la mente y nos atraviesa el cuerpo hasta darle alguna forma, algún sonido.
Estuve pensando en la clase de hoy sobre los criterios que intervienen para dar una clase de literatura. Mis posiciones feministas me han hecho tener un rencor y resistencia hacia el canon que ha sido androcéntrico. Entiendo que puedan darse las lecturas de maneras diferentes porque los tiempos han cambiado y, en breve, cada sujetx tiene su subjetividad; o sea, las interpretaciones van a ser distintas en tanto que nosotrxs diferimos en experiencias. Habrán coincidencias y diferencias, pero no creo que sintamos lo mismo al enfrentarnos con una obra; esa tarea sería bastante difícil de explorar.
Pero bueno, hablábamos de las tecnologías del género en un texto de Teresa de Lauretis. Hablábamos de la Mujer como ficción y bien, no sólo la Mujer, sino las categorías de lxs sujetxs generizadxs.Entonces F. mencionó el ejemplo de las clases de literatura y cómo él enseña textos clásicos a sus alumnxs de secundaria. Yo inmediatamente recordé al profe Pancho en alguna de las hermosas clases de didáctica de la lengua y la literatura, donde nos borró de golpe la cuestión de cómo enseñar literatura. Recordaba aquellas conversaciones pretenciosas de pasillos, pensar en que obligadamente todo el mundo debería de conocer el canon. Era una Sara más joven y más crédula; después de esa clase comprendí que las maravillas de la Literatura también tienen que ver con una adecuación del ojo, hay un disfrute distinto cuando hay una formación de lectura analítica-crítica. Por ejemplo, si yo hubiera leído Rayuela a los 15 seguro hubiera aventado la novela a la segunda página; o quién sabe, quizá la haya leído toda pero me hubiera perdido de un montón de elementos ingeniosos en la ejecución narrativa a los que pude apreciar bastante cuando la leí casi al término de mi carrera. Ojo aquí: no digo que deben estudiar literatura para disfrutar las obras, a final de cuentas cada experiencia lectora y, por ende, también estética a través de este ejercicio, es meramente personal.
Vuelvo: repliqué a propósito del comentario del compañero pues que mis ideas de selección de textos sería integrar mujeres en un programa de lectura no pensando que con eso ya salvamos al mundo del patriarcado y que ahora sólo se lean a mujeres. La visión androcéntrica está en todos lados, pocas escritoras son conocidas y leídas, por eso pienso que para la circunstancia actual me importaría un pepino que se me tachara como maniquea, como si la propuesta de un ginocentrismo literario fuera a repercutir en un sesgo de realidad. Imposible. Pero creo que es un pequeño acto que les debemos a la genealogía femenina: reconocer las condiciones de desigualdad social, económica y material en las que las mujeres han escrito a través de los siglos; un desafío tremendo. No imagino las dificultades incluso para poder ser publicadas y cuántos "anónimos" en la historia realmente llevan detrás un nombre de mujer.
Recuerdo de Cecilia: Hace como un mes fui a verla a su dpto en el centro de Qro. Hizo un comentario contundente que admiro bastante: "Yo no leo a las mujeres porque tengan vulva, leo a las mujeres porque ESCRIBEN BIEN"; uno más: "que el patriarcado existe, ESO NO TE LO NIEGO. Pero, ¿qué vas a hacer para mejorar tu condición en este sistema?". Y eso me encantó, me pareció un comentario desafiante. Ya me estoy cansando de los discursos dentro de los feminismos que replican la supuesta inferioridad femenina. Sí estamos jodidas en esto que parece un laberinto patriarcal pero, ¿nos damos contra la pared o abrimos una brecha entre las bardas?
¿Qué hago con mi rechazo al miedo,
con mi negación a ser indiferente?
¿Qué hago si mi reacción dista de contenerme
y agachar la cabeza frente a autoridades,
llámense cerdos, llámense padres?
¿Qué hago si la flama en mí se agita
cuando veo la injusticia?
¿Qué hago si mi sentir no se apacigua,
sino que me revienta y me lleva a la acción instintiva?
¿Qué hago ante mi incapacidad
de mantener el equilibrio
a veces, o casi siempre, quizá,
de las vísceras a la racionalidad?
¿Qué hago con ese miedo que no tengo,
o que me rehúso a ponerle un nombre,
o un cuerpo, sobre todo si fuese de hombres?
Del latín de-.