Hoy comentamos en clase una pluralidad de temas que
comprometen nuestra línea de estudios principal, los de género. A propósito
salieron comentarios sobre el Feminismo Radical Trans Excluyente (o referidas
como TERF por sus siglas en inglés [Trans-Exclusionary Radical Feminist]),
sobre el cual salieron ciertas ideas que trato de recuperar aquí, a manera de
un diálogo plural entre las ideas vertidas entre mis compañerxs y las de mi
cosecha; aunque sin ánimos de cerrar el tema porque sé que hay muchas aristas
que deben seguirse trabajando, es decir, cuestionando. También quiero dejar
claro que si me doy a la labor de escribir esto es porque me resulta
preocupante el alcance y la presencia social que este discurso ha tenido a
manera de activismo (está muy vivo justo en estos días por las pintas en
Toluca, aunque en realidad es un tema que ya tiene rato rondando los
feminismos) cuando en realidad implica un detrimento hacia las luchas
configuradas por los feminismos. Me explico, pero también me sitúo: hablo desde
conocimientos consolidados a través de lecturas y la atención en el entorno,
por eso reconozco que antes de hablar de excluir a las mujeres trans de los
feminismos me gustaría preguntar: ¿desde cuándo y quiénes tienen el poder de
decidir quiénes pertenecen al feminismo (así, en singular) y quiénes no?, ¿a
qué mujeres se refieren? Incluso con cierto humor me sigo preguntando dónde
está la tierra prometida, donde se desborda la sororidad llamada Feministlán
para ver si me dan mi carnet (como si lo necesitara conseguir a través de una
suerte de feministómetro).
Los peligros de un activismo poco reflexionados es que
anulan también una genealogía histórica que ha sido dinámica como otros
procesos de la humanidad. Pluralizar a la sujeta política de los feminismos ha
sido necesario para reconocernos como personas interseccionadas por una clase,
una raza, una religión, una orientación sexual, identidad de género, entre
otros elementos que intervienen en la calidad de vida que experimentamos.
Reconozco que existe una jerarquía de privilegios patriarcales, donde las cosas
van en un matiz desigual en tanto nos apeguemos a la concordancia entre: sexo
asignado al nacer+orientación sexual+ identidad de género+ práctica sexual que
dé como resultado una garantía a la heterosexualidad reproductiva en un sistema
capitalista.
Sin embargo, no pretendo "hablar" por mis
ancestras porque incluso me causa problemas adjudicarme sus victorias, ya que
sé que sólo gozo de los privilegios resultados de sus luchas, acompañadas
también de las vías estratégicas del conocimiento, el activismo y los dolores suscitados
por las injusticias patriarcales que detonaron una rabia intolerable hacia el
cambio. Veo mi contexto micro y macro, y veo que la llama sigue viva, un
apetito por los cambios urgentes en este país, como en tantos, pero que las
segregaciones dentro de quienes nos hemos puesto las gafas violetas no resultan
para mí, en ningún sentido, productivas. Que las mujeres trans tengan sus
luchas no nos demerita la nuestra; que consigan derechos específicos para sus
identidades, no nos quita privilegios. ¿Cómo van a comparar la aparente minoría
que representan con las cisgénero que existen? Ellas siguen siendo marginadas
por miradas similares de los patriarcados aunque también con diferencias. No
deberíamos compartirlas todas porque somos una pluralidad de cuerpos y voces.
Mientras cuerpos sexuados como femeninos generaban resistencias hacia la
subordinación instaurada por los patriarcados, también había otros cuerpos con
inquietudes identitarias diversas, quienes fracturaron la normatividad con todo
y riesgos en niveles subjetivos y corporales a costa de ser calificadxs como
perversxs. Existen porque resisten.
Yo no puedo siquiera responder qué es una mujer en este
momento histórico, es una multiplicidad de narrativas, no hay un modelo
hegemónico universal válido. Ya-saben-quién dinamitó una forma de pensar a la
mujer en términos del devenir: "una no nace mujer sino que llega a
serlo", evidenciando de esta manera que este género ha sido una
construcción cultural, que biología no es destino, que la historia puede
cambiarse. Los esencialismos son aliados de estas preconcepciones de los
géneros, detrimentos hacia la constitución de sociedades diversas y sin
constreñimientos implicados por el género. Este aporte de Simone posibilitó
otros caminos de pensamiento para deconstruir lo que hace décadas se pensaba
como inamovible, monolítico, incuestionable. Retomar argumentos biologicistas
como determinantes es un retroceso en años de lucha y producción
epistemológica.
En suma, van años de trabajo reflexionado sobre cómo el sexo
femenino, expresado en vulvas, no es el indicador del ser mujer. Es la
diferencia entre el sexo y el género, categorías distintas; una es biológica,
la otra cultural, eso es innegable pero también hay negociaciones sobre ambas.
Además hablar del sexo vinculado a la genética nos sorprendería al ver los
matices de la intersexualidad que poseen cuerpos que se sienten firmes sobre
una sexuación.
La postura de las TERF es transfóba, al negarse a reconocer
una formulación más de la identidad de género y la sexuación de una persona. Al
aferrarse con terquedad a una mirada tan polarizada sobre algo tan diverso como
es la sexualidad y el género; es la derecha dentro del caballo de Troya. Hace
una alianza con los cimientos patriarcales al afianzarse de la biología para
segregar e invalidar otras identidades que tampoco caben en sus imaginarios. Es
imprecisa en torno a la configuración de su sujeta política y, por ende, en las
ideas que la sostienen.
Yo no soy una perrita faldera del patriarcado, reconozco que
no habito sola este mundo y que necesitamos más alianzas en lugar de conflictos
innecesarios. En ese sentido, yo tampoco necesito compañeras de una lucha que
no comparto si está impregnada de odio con una alianza patriarcal encubierta.
Yo también me pregunto por qué los hombres trans (o transmasculinos como les
dicen) sólo parecen importar en su discurso cuando se trata de comparar su
escasa visibilización dentro de este tema. En cambio, no suelen mencionarse en
otros sentidos porque se siguen enfocando en el rechazo a las mujeres trans en
lugar de convertir esos espacios simbólicos en aras de visibilizar la
importancia de la lucha de los hombres trans y las violencias que les
atraviesan, por ejemplo. Yo la verdad sigo lamentando las energías enrrabiadas
que se depositan en un odio inútil cuando hay una agenda política feminista más
importante que atender... como los feminicidios, los transfeminicidios y todo
el espectro de violencia que continúa tan vigente como el patriarcado que
compartimos.
Pd. Todo esto fue detonado por un texto redactado desde la
mirada TERF que me enrrabió en cuanto lo leí. Así que escribo también como acto
de resistencia política ante esa clase de discursos. Si hay curiosidad sobre
él, lo comparto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario