miércoles, 9 de septiembre de 2020

Querido diario:

No escribo con conocimiento de teoría, de artículos, de estadísticas, en fin, datos duros que respalden estas palabras. En realidad escribo desde lo que leo, veo y escucho de experiencias en amigas, en conocidas, en mujeres con cuyos caminos he cruzado literalmente, en las calles, en los autobuses, en la vorágine virtual. No sé si es suficiente decir que escribo con algunos conocimientos de causa, con la fuente de lo que Lexa dice y siempre resulta cómico "Fuentes: créeme, wey", rompiendo de esa manera la tensión de una rigurosidad académica que legitima nuestras palabras e ideas en ciertas esferas. 

     Entonces estoy aquí, escribiendo ahora sobre una idea que me ha dado vueltas, me visita en algunos momentos del día y decidí sacarla a pasear en esta expresión de subjetividad. 

     Bueno, el caso es que hablaba con mi amiga L. el lunes, sentadas afuera de una tienda después de un rato compartido en las compras de alimentos. Hablábamos de vatos como a veces hacemos y la sexualidad en este caso. Reflexiono desde ese momento en la cadena de castigos, es insuficiente pensar en la maternidad como el mayor "descuido" en una generación que teme y repudia, en una apreciación sobre este imaginario colectivo contemporáneo que me tocó vivir, la reproducción humana: maternidad y paternidad. Hay miedo porque muchxs ya renunciamos a las ideas del éxito y estabilidad en un sistema capitalista y patriarcal. Los roles de xadres no son malos per se, sino la manera en que el sistema de resiste a hacerlo compatible con una vida laboral activa y digna en sentidos de cuidados. Es decir, un equilibrio utópico entre la esfera privada y pública. 

     Entonces tengamos a una chica de 30 años que se llame Lucía (sólo porque en mis círculos no conozco a ninguna que se llame así), quien sostiene un estilo de vida libre en muchos sentidos, pero aquí atañe sobre todo al aspecto sexual. Sin parejas fijas pero con deseo sexuales intermitentes. Primer paso: anticonceptivos, con todo y efectos secundarios en el paquete como precio de ejercer una libertad sexual previniendo una maternidad no deseada. Suponte que escoge un método como el DIU o unos parches, con todo y las alteraciones hormonales que esto pueda traer. 

     A las ancestras les martilleaba el peso moral de llegar a la etapa del disfrute sexual en el mismo acto, ejercicio humillante y dolorose durante siglos donde el placer masculino era el centro y objetivo porque, ¿qué mujer osaría a atreverse a disfrutarlo? Una puta, y serlo, lo sabemos, se sigue sostieniendo como la encarnación de las peores ideas y valores que se depositan en un cuerpo femenino, porque alude a una libertad sexual, aspecto que el patriarcado ha tratado de controlar desde hace siglos. Digamos que hablamos entonces desde un tiempo en el que le estamos tratando de dar toda la vuelta al discurso: antes, y quizá aún queden resquicios de ello, se pensaba que la sexualidad femenina era un tema tabú e inexistente y que sólo se ejercía en función de la reproducción y, por lo tanto, de la maternidad; porque las mujeres sólo estábamos completas con un marido y lxs hijxs. Actualmente, en el pequeño mundo subjetivo que habito y desde dónde erijo los puentes sociales, las compas sostienen otras formas de relacionarse, solterías radicales quizás o quéséyo, la intensidad del disfrute y el placer de nuestras cuerpas, la afirmación de una sexualidad femenina activa disfrutable... y el miedo a la maternidad sino es efectuada en, aún, las condiciones ideales acorde con el sistema capitalista y patriarcal. Son pocas las mujeres que conozco que añoran la maternidad prescindiendo de una pareja, como un sueño individual. Muy significativo si tomamos en cuenta este salto generacional que ahora podemos disfrutar. 

     Pero bueno, damos el paso al disfrute y placer sexual en el momento para... Las preocupaciones por el embarazo que siempre se anteponen a una posible ETS. Ambas seguramente alterarán nuestros cuerpos de maneras reversibles o, en el pero de los casos, irreversibles.

     Recuerdo los insomnios desbordados de ansiedad y angustia cuando practicaba mi sexualidad con H. de maneras descuidadas. En el momento se sentía bien pero sólo terminaba y comenzaba el mar de angustias y, sobre todo, el sentirme sola con eso y pensamientos que me flagelaban con ofensas hacia mí misma, no por la culpa de ser activa sexualmente, sino por hacerlo con tantos descuidos. Me lleva a preguntarme, ¿qué tan poco me quería en esos momentos como para permitirme a mí y a otrxs tantas libertades lastimosas sobre mi cuerpa? Cuando ni siquiera valía la pena. Ahora las morras podemos afirmar que demandamos un vínculo sexual placentero pero aún siguen habiendo parejas violadoras, violentadoras y egoístas, que te hacen sentir como si sólo se masturbaran con el cuerpo de una. Disfrutan de nuestra libertad sexual sabiendo que no habrá un anillo de matrimonio de por medio, como garantía de que estarán con nosotras en un compromiso oficial; ya no los queremos en nuestras vidas, sólo disfrutarlos cuando nos plazca pero, ¿qué pasa cuando ese placer está disfrazado de otras emociones? Tristeza, soledad, inseguridades... Tenemos los elementos perfectos para crear una dependencia sexual que podría encubrir una falta afectiva pero conformándonos con eso. Hablo sólo por mí, porque al final en eso se transformó todo. 

     


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