Es significativo que la palabra "pasión" y la palabra "pasivo/a'' compartan la misma raíz latina, passio, que significa "sufrimiento". Ser pasiva quiere decir que se actúa en nuestro nombre, como una negación que ya se siente como un sufrimiento. El temor a la pasividad está ligado al temor de la emotividad, en donde la debilidad se define en términos de una tendencia a ser moldeada por otros. La blandura se narra como una proclividad a ser herida. La asociación entre pasión y pasividad es ilustrativa. Funciona como un recordatorio de cómo la "emoción" ha sido considerada "inferior" a las facultades del pensamiento y la razón. Ser emotiva quiere decir que el propio juicio se ve afectado: significa ser reactiva y no activa, dependiente en vez de autónomaª. Las filósofas feministas nos han mostrado cómo la subordinación de las emociones también funciona para subordinar lo femenino y el cuerpo (Spelman 1989; Jaggar 1 996) . Las emociones están vinculadas a las mujeres, a quienes se representa como "más cercanas" a la naturaleza, gobernadas por los apetitos, y menos capaces de trascender el cuerpo a través del pensamiento, la voluntad y el juicio.
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