Que mis privilegios no me atrofien
la sensibilidad y la empatía.
Que la soberbia de la academia no me impregne
ni de noche
ni de día.
Que mi empoderamiento dinamite las jerarquías.
Que la injusticia sea
mi única
enemiga.
Que las mujeres seamos ese espacio sororo
de resiliencia
y compañía.
Que en nuestros himnos nunca falte
alegría
y rebeldía.
Pero sobre todo pido
que sea reconocida nuestra autonomía,
que se castigue al feminicida,
que cesen los llantos de madres afligidas
por las desaparecidas.
Amen.
(Un poema simple pero, ¡el primer verso no dejaba de rondar mi cabeza!)
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