sábado, 24 de abril de 2021

Fragmento del cuento "La señorita Superman y la generación de sopas instantáneas" de Regina Swain

—Las niñas buenas no fuman, y tampoco hablan mucho; comen como pajaritos y nunca llegan a su casa después de las diez de la noche. ¿Lo entiendes, nena, lo entiendes?— continua una madrerreina desde su trono hermoso y perfumado.

Y la niña contesta:

—Pero, ¿y las sopas instantáneas, madre, y las carreras de perro por conseguir trabajo? ¿Y las idas a la penitenciaría a recabar información, dónde meto todo eso? ¿Dónde lo coloco? ¿A un lado de los osos de peluche? ¿Entre las sábanas blancas?

¿Dónde guardo las prostitutas de la Zona, mamá, dónde pongo las angustias? ¿Dónde el miedo de no ser lo suficiente y la sarta de palabras agregables a "suficiente"? Suficientemente linda, suficientemente buena, suficientemente seria, alta, bella, fuerte, brava o experimentada.

¿Cómo viven hoy las niñas buenas, entre gritos y conflictos bélicos, entre azul y buenas noches, entre listas de amores frustrados, líneas de coca y uno que otro arponazo a la conciencia, entre nubes de humo que se burlan?

¿Y la amenaza del SIDA, madre, y los condones de colores, y el borracho de la esquina, dónde, dónde colocarlos? ¿Dónde guardo a la niña asesinada, madre, no a la niña muerta, a la a-se-si-na-da? ¿Dónde guardo los quehaceres innombrables mientras explicas a las amigas del cafecito que a tu niña le ha dado por jugar a Luisa Lane y ser moderna, cuando yo me siento sólo una Clark Kent fracasada?

¿Dónde guardo la presión del trabajo, las muertes de migrantes, la mujer de la maquila? ¡Ya no caben con las Barbis!

Y es que vivimos en una generación de sopas instantáneas y amores instantáneos, que no duran más de cuatro copas, madre, andamos por la vida con máscara antigases, y nos brotan trincheras en el alma, y bombas en el cuerpo, una generación de "quítate o te como", "me estorbas, te mato", donde el compact disc sustituyó al disco de pasta como las computadoras nos sustituyen a nosotros, donde ahora las llamadas por teléfono son de máquina contestadora a contestadora, madre, y la soledad es absoluta. Donde estamos fragmentados, diluidos, reciclados, mientras los que se dicen profetas/defensores ecológicos pululan por las calles pronosticando el último desastre y el número ganador de la lotería, y los clubes de intelectuales te juzgan por la cantidad de hojasgastadastintaderramada y se han asociado ya con tiendas y papelerías, y la Nestlé reparte la cultura, y se reparten sus ropas, madre, mientras uno se enamora del apóstol reacio y renegado, madre, y se lanza a vivir un amor látex a fuerza de sexo enlatado, madre.

Donde estamos solos.


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