—Las niñas buenas no fuman, y tampoco
hablan mucho; comen como pajaritos y nunca llegan a su casa después de las diez
de la noche. ¿Lo entiendes, nena, lo entiendes?— continua una madrerreina desde
su trono hermoso y perfumado.
Y
la niña contesta:
—Pero,
¿y las sopas instantáneas, madre, y las carreras de perro por conseguir
trabajo? ¿Y las idas a la penitenciaría a recabar información, dónde meto todo
eso? ¿Dónde lo coloco? ¿A un lado de los osos de peluche? ¿Entre las sábanas
blancas?
¿Dónde
guardo las prostitutas de la Zona, mamá, dónde pongo las angustias? ¿Dónde el
miedo de no ser lo suficiente y la sarta de palabras agregables a
"suficiente"? Suficientemente linda, suficientemente buena,
suficientemente seria, alta, bella, fuerte, brava o experimentada.
¿Cómo
viven hoy las niñas buenas, entre gritos y conflictos bélicos, entre azul y
buenas noches, entre listas de amores frustrados, líneas de coca y uno que otro
arponazo a la conciencia, entre nubes de humo que se burlan?
¿Y
la amenaza del SIDA, madre, y los condones de colores, y el borracho de la
esquina, dónde, dónde colocarlos? ¿Dónde guardo a la niña asesinada, madre, no
a la niña muerta, a la a-se-si-na-da? ¿Dónde guardo los quehaceres innombrables
mientras explicas a las amigas del cafecito que a tu niña le ha dado por jugar
a Luisa Lane y ser moderna, cuando yo me siento sólo una Clark Kent fracasada?
¿Dónde
guardo la presión del trabajo, las muertes de migrantes, la mujer de la
maquila? ¡Ya no caben con las Barbis!
Y
es que vivimos en una generación de sopas instantáneas y amores instantáneos,
que no duran más de cuatro copas, madre, andamos por la vida con máscara
antigases, y nos brotan trincheras en el alma, y bombas en el cuerpo, una
generación de "quítate o te como", "me estorbas, te mato",
donde el compact disc sustituyó al disco de pasta como las computadoras nos
sustituyen a nosotros, donde ahora las llamadas por teléfono son de máquina
contestadora a contestadora, madre, y la soledad es absoluta. Donde estamos
fragmentados, diluidos, reciclados, mientras los que se dicen
profetas/defensores ecológicos pululan por las calles pronosticando el último
desastre y el número ganador de la lotería, y los clubes de intelectuales te
juzgan por la cantidad de hojasgastadastintaderramada y se han asociado ya con
tiendas y papelerías, y la Nestlé reparte la cultura, y se reparten sus ropas,
madre, mientras uno se enamora del apóstol reacio y renegado, madre, y se lanza
a vivir un amor látex a fuerza de sexo enlatado, madre.
Donde
estamos solos.
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