jueves, 19 de agosto de 2021

Querido diario,

Una vez conversaba con una amiga sobre eso que muchxs dicen de que toda opinión es válida. O quizás más sobre nuestro derecho a opinar de lo que sea, ya saben, libertad de expresión y esas cosas. Yo creo que también podemos reservarnos el derecho a opinar de todo -me ocurre cuando no me siento lo suficientemente informada y no me da pena reconocerlo-, pero a veces me preocupa que nos orille al silencio como complicidad. ¿Cuándo ya reúnes los requisitos para que tu opinión sea válida?, ¿válida para quién/es?

Hablar de Algo es hacerlo presente aunque al mismo tiempo que lo ponemos en la mesa se hacen evidentes los sitios desde donde vienen. Como todo, nos formulamos opiniones que están estrechamente vinculadas con nuestra experiencia en el mundo. Hay algunas estructuras de las que nos percatamos y procuramos desaprender, pero hay otras que nos sorprenden como huéspedes normalizados en el espacio de nuestra subjetividad. Me sigue y seguirá pasando. Estructuras potentes se van reorganizando para sobrevivir en nuestra cultura a través de su socialización y normalización. Me pregunto hasta qué punto yo podría ser capaz de renunciar a sus estragos en mí como beneficio de una "buena" -relativo, sabemos- conciencia.

Ojalá yo tuviera una receta para deshacernos de la necesidad de crear jerarquías e inventar sitios de poderío. Las ideas de superioridad y solidarización con sociedades que, asumimos, en "desventaja" o "vulnerables" según la mirada privilegiada de quien tiene los recursos para "ayudar", también ha tenido resultados difíciles de lidiar. Una práctica paternalista que implica un "Yo sé mejor qué es lo que a ti te pasa y te diré cómo resolverlo" sin preguntar antes qué necesitas para resolver esa situación. Esto, ahora que lo reflexiono, tiene dimensiones muy variadas, desde el acompañamiento a una persona o una comunidad, por ejemplo.

A mí me gusta escuchar lo que las personas tienen para decir aunque no esté de acuerdo de entrada. Cuando reconozco mi resistencia trato de abrir mi cabeza porque me ayuda a comprender mejor que los conflictos no tienen dos efectos, buenos y malos, sino muchos matices en ello. Todo depende de las perspectivas. Cada quién ha contado cómo le fue en la feria, en pocas palabras.

Espero que cada vez podamos crear más sitios dónde escucharnos para comprender en lugar de sostener conversaciones acaloradas para defender celosamente nuestras ideas. Escribiendo esto entiendo más: esa necesidad de defender es por la necesidad de validación y reconocimiento que sentimos que nuestras ideas, en calidad personal (ego), merecen. Por eso duele y/o avergüenza que se rían de unx cuando comparte lo que piensa -y siente.

Reflexiones de una Sarita que lleva rato dándole vueltas al asunto. Que tengas un lindo día 🙂 

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