lunes, 17 de febrero de 2020

Marcha por Ingrid

El viernes pasado salimos a marchar. No me sumaba al activismo desde el pasado 28s. Fue conmovedor gritar las consignas en un coro conformado por unas 200 mujeres más hasta quedar sin voz. Las lágrimas se asomaron en mis ojitos un par de veces. Iba cansada y algo molesta conmigo por andar de descuidada conmigo; ejemplo: refri vacío dos semanas, pidiendo dinero prestado y comiendo en la cafetería sólo porque le jugaba carreras al tiempo entre la locura del taller, los trámites, los planes del futuro a mediano plazo y labores del autocuidado que me queda.

Avances personales: estoy más animada desde la última sesión del taller, ahora tengo 20 personitas que espero se mantengan todo el semestre; refrigerador lleno con comidita deliciosa, boletos para Tame Impala en mano, delimitación de estancias de investigación, redacción de esquema de diagnóstico de tesis.

Volviendo al tema de la marcha, pues me terminé animando por ir al 8M en Cdmx. Es un gran momento, paradójicamente, para ser mujer, estar viva y con la conciencia bien despierta sobre la situación social actual y las demandas de la lucha feminista. Vamos a gritar y a estar presentes por las que ya no están. He aprendido en las últimas clases que si hay algo que las feministas han/hemos tenido muy en claro es el cuerpo colectivo; es decir, que mi voz y mi presencia me vincula con muchas más, de ahí la red de la sororidad.

En esta última marcha hicimos varias actividades colectivas. Una que detonó mayor conmoción fue en la que nos acostamos sobre una de las avenidas principales de esta ciudad en homenaje a las mujeres que han muerto por violencia machista: feminicidio, concretamente. Varias chicas hablaron con el megáfono para compartirnos sus experiencias en situaciones violentas, pero hubo una chica de 15 años que particularmente me detonó la rabia hacia los onvres en las instituciones. Nos contaba y denunciaba dos situaciones: la de un señor que la fotografió en una plaza pública y que se hizo super pendejo por estar, precisamente, en un espacio público; a ella sólo se le ocurrió gritar para señalarlo. La otra situación fue que ella hablaba con sus compañeras de escuela para que estuvieran alertas de los acosos de los compañeros y que no les permitieran emitir esos actos hacia ellas. Resultado: un maestro le llamó la atención por sus "ideas radicales" y extendió la idea en la comunidad estudiantil de que no le hablaran por el mismo motivo. Un asco de situación pero una gran admiración hacia esta chica que a su edad tiene la valentía de confrontar este sistema patriarcal desde su lugar en el mundo. Larga vida a las jóvenes, ellas van a cambiar el mundo.

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