Fusiones de experiencias estéticas literarias. Vamos a llamarle a eso F(r)icciones a eso que me ocurre de hallarme en palabras que no son las mías pero que expresan o vuelven inteligibles las emociones que alguna vez sentí pero que no traté de cristalizar.
Leer La última niebla de María Luisa Bombal me hace revivir emociones de mi encuentro con L. hace meses. Fue escrita hace 86 años y vino a describir un encuentro fugaz tan bello que nos siembra dudas sobre si ocurrió realmente, muy a tono con una experiencia de estética fantástica. Me remitió a otra lectura que tuvimos en la Circularia donde leímos a Amparo Dávila. Yo me fui de largo por empecinada a darle algún sentido a esos cuentos por medio del que lleva el nombre del cuentario, Árboles petrificados. Es un poco el mismo tema del amante y el amor, la memoria fugaz, la pasión, la imposibilidad y el paso del tiempo. En Bombal es más agrio porque nos invita a pensar una vida de mujer llena de silencios, donde la muerte estaba en la vida y, quizás, algo de vida encontró en la muerte. El cumplimiento de deseos afectivos y sexuales, quizás. En cambio, con Dávila es una memoria embellecida, como diría la Chayo Castellanos ("el recuerdo embellece lo que toca"), de los momentos compartidos con el amante.
Qué panoramas tan desalentadores cuando una se propone seguir. A mí me quedan bellas memorias que a veces revivo. Por ejemplo, me recuerdo feliz caminando por este parque el mismo día en el que nos despedimos en unos portales de una ciudad insospechada en el centro de este país. Pero como todo, se me va deslavando de los sentidos. He olvidado su olor -que me agradó- pero no el tono de su voz. Aún cuando lo pienso viene a mí una oleada cálida de afecto, como fueron sus abrazos. En fin, ese día fue difícil bajar de las nubes.
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