miércoles, 29 de abril de 2020

Nostalgia

Casi toda esta semana ha olido a lluvia en esta ciudad. Ese olor me detona la nostalgia. No me canso de compartirlo con quien me escucha: este olor me remite a los veranos del Hermosillo de mis memorias. Recientemente hubo un día sepia, como no había visto en años. Vuelvo al dolorsito en el corazón y las lágrimas que salen lentas y cálidas, como esos mismos veranos en mi rincón norteño.

Flashbacks. Patrullar la ciudad con copilotx. Ir a cenar perches, por un dogo cerca de la casa de mis xadres, caguamear en la terraza con compañía humana o canina. Ver el cielo, sentir el calor y maldecirlo. Noches de verano en el parque de la Pitic. Descubrir lugares. Estar en la cochera de D. pasando el tiempo, caguameando, fumando, platicando. En aquél tiempo prevalecía el capricho o el antojo, pero siempre con una sensación de estatismo territorial. Sólo una persona me hacía olvidar el territorio cuando me compartía su mundo, en esa cápsula nada más importaba.

Los últimos meses fueron también lindos. O el recuerdo embellece lo que toca, como dice Chayo. Hay nostalgia de otros tiempos, de otra felicidad, de otra Sara. Me aferro a lo ido con uñas trémulas sabiendo que el futuro podría ser mejor. Siempre mejor.

Idea detonada: el devenir. Sí, otra vez. En aquél tiempo mi cuerpo era un juguete, no había consciencia, sólo momentos. Guanajuato me cambió, esa experiencia lejos de casa modificó la manera en la que me conducía por esas calles y callejones, por las noches de fiesta, tantas de ellas, sabiendo los riesgos y dispuesta a sufrirlos por vivir un poco más, por el huracán que nos habita en esas circunstancias.

No dejo de sorprenderme cuando me contradigo.

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