1.- Juego al juego por el juego mismo
Caos: te invoco, te llamo, te grito, ¡te ne-ce-si-to! ¿Ya ves?, no es fácil vivir en un lugar que es redondo pero parece plano; que gira pero parece estar quieto. Te acostumbrás finalmente, pero terminás registrando mejor el mapa que el territorio. Y no es la idea. Por eso, Caos, quiero que vengas de una vez, me soples en la cara y, cuando yo cierre los ojos, aparezcan tus huellas desprolijas para poder seguirlas un poco y perderme, y así entonces encontrarme.
2.- No somos aire, ni nombres, ni tiempo. No somos ni siquiera una historia jugosa. Nos disolvemos a cada rato frente a alguna noticia del diario. Cuesta volver a ser sólidos, consistentes. Te vas a dormir tapándote con el abrigo de una sonrisa y al despertar el mundo se estuvo retorciendo. Es difícil encontrar las cosas donde las pusimos, algunas miradas se pierden y aparecen años después entre zapatos viejos. Extraño el invierno cuando era frío, la teórica premisa de la calma después de la tormenta, extraño que una mirada despierte un beso, extraño las cosas como estaban o como yo estaba con las cosas que es lo mismo.
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