sábado, 6 de febrero de 2021

Querido diario:

Me siento afortunada de contar con la presencia física y simbólica de muchas amistades que he cultivado con los años. Hace unos días pensaba en cómo he cambiado de un tiempo para acá. No hay fecha exacta, sino ciertas memorias epifánicas que me ayudaron a ver las conductas disruptivas aunque benéficas sobre mis relaciones con el entorno. Agradezco a quienes se han mantenido cerca de mí, aunque en ocasiones no haya sido la más amable ni la más políticamente correcta. He creado, indiscutiblemente, narrativas que me multiplican; a veces es impactante que me cuenten historias de mí que no recordaba y que de primera instancia siento lejanas a las intenciones de mis actos. Por lo tanto, pensaba en las situaciones que nos detonan ese carácter más desbordante, el opuesto a la mesura en una sociedad que se rige por máscaras y apariencias en muchos sentidos. Señalarlo no me exime de estas prácticas, sólo expone que me siento consciente hasta cierto punto de está situación y con ánimos de revertir y prevenir heridas emocionales que haya podido ocasionar sin pretensión alguna, consecuencia de algún desborde o falta de empatía, entre otras cosas quizás de mi imperfección humana.

Cada vez trato de reconciliarme más con mi intensidad, canalizarla a manera de una ternura radical, sentirnos y  validar nuestras emociones, sobre todo para nosotrxs mismxs. Es difícil llegar a eso porque demanda la confrontación, ya sea con otrxs o con una misma, y aunque esto puede ser doloroso también puede permitir un crecimiento hacia otras zonas de la existencia. Esta idea me ha provocado maratones mentales fatigantes y a la vez interesantes. A veces siento que doy un paso hacia adelante en esto y luego retrocedo dos. Cada ocasión en la que escucho o leo el "no es para tanto, déjalo pasar, estás intenseando" etc., me detona ondeadeces más insoportables. Habrá que seguir buscando formas de expresar las emociones de maneras más inocuas para nosotrxs y lxs demás, sin desvalorizar sus motivos para presentarse. Sin embargo tampoco tengo resuelto un protocolo de acción para acompañar porque, supongo, depende de las necesidades emocionales de cada persona y los niveles o términos de la responsabilidad afectiva. Es un tema al que entro a tientas, como cuando me relaciono con cualquier persona, así que no pretendo tomar aquí la batuta de la psicología, quiero dejarlo claro, sólo pienso y escribo desde la inferencia y la atención que he puesto a mi alrededor.

En una sesión de clase, Fabián indicó algo que encontré muy atinado, aunque lo diré con mis palabras (si no fue en este sentido y lees esto, por favor, coméntalo): sustituir los adjetivos "fragilidad" y "debilidad" por vulnerabilidad. Sensación que, sospecho, todxs hemos experimentado en algún momento. Creo que apropiarnos y revindicar los sentidos de esta vulnerabilidad podría tener algún efecto en cómo nos dirigimos y apoyamos a las personas que se encuentran en esta condición, incluyéndonos en ello.

En fin, un tema que da para una charla de desvelo o muchísimas, pero lo escribí, como siempre, pensando en compartirlo por si a alguien le resulta útil y como efecto insoslayable de una ondeadez acumulada.

Les mando amor 

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