Querido diario:
Me siento afortunada
de contar con la presencia física y simbólica de muchas amistades que he
cultivado con los años. Hace unos días pensaba en cómo he cambiado de un tiempo
para acá. No hay fecha exacta, sino ciertas memorias epifánicas que me ayudaron
a ver las conductas disruptivas aunque benéficas sobre mis relaciones con el
entorno. Agradezco a quienes se han mantenido cerca de mí, aunque en ocasiones
no haya sido la más amable ni la más políticamente correcta. He creado,
indiscutiblemente, narrativas que me multiplican; a veces es impactante que me
cuenten historias de mí que no recordaba y que de primera instancia siento
lejanas a las intenciones de mis actos. Por lo tanto, pensaba en las
situaciones que nos detonan ese carácter más desbordante, el opuesto a la
mesura en una sociedad que se rige por máscaras y apariencias en muchos
sentidos. Señalarlo no me exime de estas prácticas, sólo expone que me siento
consciente hasta cierto punto de está situación y con ánimos de revertir y
prevenir heridas emocionales que haya podido ocasionar sin pretensión alguna,
consecuencia de algún desborde o falta de empatía, entre otras cosas quizás de
mi imperfección humana.
Cada vez trato de
reconciliarme más con mi intensidad, canalizarla a manera de una ternura
radical, sentirnos y validar nuestras
emociones, sobre todo para nosotrxs mismxs. Es difícil llegar a eso porque
demanda la confrontación, ya sea con otrxs o con una misma, y aunque esto puede
ser doloroso también puede permitir un crecimiento hacia otras zonas de la
existencia. Esta idea me ha provocado maratones mentales fatigantes y a la vez
interesantes. A veces siento que doy un paso hacia adelante en esto y luego
retrocedo dos. Cada ocasión en la que escucho o leo el "no es para tanto,
déjalo pasar, estás intenseando" etc., me detona ondeadeces más
insoportables. Habrá que seguir buscando formas de expresar las emociones de
maneras más inocuas para nosotrxs y lxs demás, sin desvalorizar sus motivos
para presentarse. Sin embargo tampoco tengo resuelto un protocolo de acción
para acompañar porque, supongo, depende de las necesidades emocionales de cada
persona y los niveles o términos de la responsabilidad afectiva. Es un tema al
que entro a tientas, como cuando me relaciono con cualquier persona, así que no
pretendo tomar aquí la batuta de la psicología, quiero dejarlo claro, sólo
pienso y escribo desde la inferencia y la atención que he puesto a mi
alrededor.
En una sesión de
clase, Fabián indicó algo que encontré muy atinado, aunque lo diré con mis
palabras (si no fue en este sentido y lees esto, por favor, coméntalo):
sustituir los adjetivos "fragilidad" y "debilidad" por vulnerabilidad.
Sensación que, sospecho, todxs hemos experimentado en algún momento. Creo que
apropiarnos y revindicar los sentidos de esta vulnerabilidad podría tener algún
efecto en cómo nos dirigimos y apoyamos a las personas que se encuentran en
esta condición, incluyéndonos en ello.
En fin, un tema que
da para una charla de desvelo o muchísimas, pero lo escribí, como siempre,
pensando en compartirlo por si a alguien le resulta útil y como efecto
insoslayable de una ondeadez acumulada.
Les mando amor
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