lunes, 28 de febrero de 2022

Querido diario:

En estos días pasé por una situación de violencia emocional y psicológica. Sí, fui víctima y es doloroso reconocerlo. Este desequilibrio me hizo pensar en lo necesario que es hablar de salud y cuidado mental más que nunca. Muchas personas hemos pasado por situaciones que nos marcan y nos dejan heridas; sin embargo, no creo que se trate de competir para ver cuáles son más profundas, sino de reconocer su impacto y lugar en nuestras propias historias. Estar en contacto con nuestras emociones podría arrojarnos luces sobre cómo las gestionamos e incluso reconocer si hay algo que no sabemos cómo manejar. Eso es delinear un límite para saber que necesitamos ayuda, y qué mejor que acudir con personas preparadas y que garanticen un profesionalismo claro, ético, honesto, digno, transparente, respetuoso y responsable, como mínimo, para ello.

Pasé cuatro horas en un curso donde fui capaz de advertir el discurso y la retórica manipuladora, colmados de tergiversaciones, extrapolaciones, un discurso capitalista neoliberal y mucha mierda más que me da asco nomás de recordar. Coaching Coercitivo le llaman. Fui para cumplir un favor muy especial para alguien que quiero, pero eso me enseñó más sobre los límites que debo poner en ese cariño, al que antepuse a mis principios éticos y mi propia salud mental. Me fui en cuanto hubo un break porque, en sí, el curso duraba 3 días y contemplaba unas 12 horas por día. En ese espacio hubo desbordes emocionales y nadie se hizo cargo, ninguna persona del equipo. Había gente llorando al recordar a seres queridxs que habían fallecido, hubo emociones abiertas que nadie fue capaz de acompañar con responsabilidad reconociendo la dimensión que eso conlleva. Yo no soy profesional de la salud mental pero me atrevo a sugerir que esta actividad debería ser ilegal. Me puse a buscar información al respecto y vi que en México y en LATAM se han vuelto muy populares esta clase de centros. Pero, sobre todo, que en nuestro país no hay una regulación porque tampoco hay políticas públicas al respecto. Solo en casos específicos que comprenden abuso sexual, como el de Ricardo Ponce -o eso dicen las fuentes.

Pienso en lo perverso que es lucrar con las vulnerabilidades y heridas emocionales de las personas. Reconocer la necesidad que tienen algunxs, por diversos factores, de un sentido de pertenencia, de reconocimiento social, de legitimación, de autoestima, del duelo que no han podido llevar -y más- y me pone muy triste. Reconocer el poder de la violencia y utilizarlo como instrumento para generar cambios positivos me parece indignante. Quizás nada malo pase si somos optimistas, quizás a muchas personas les cambia el enfoque en la vida, pero creo que también hay otras cosas en juego, principalmente cuando todo es truculento.

Recordar quiénes somos, qué lazos creamos, cuál es nuestra postura frente al mundo, revisar nuestro código ético, el amor que nos tenemos, nunca como antes habían sido un salvavidas para hacer frente a situaciones tan indignantes y perversas como esa. Yo fui con la convicción de que podría tolerar un rato tanta barbaridad pero no pensé que fuera tan insoportable. Soy humana y siento y escucho. No salí ilesa de esa situación. Me siento lastimada y voy a tardar en recuperarme. Me siento desequilibrada, a la defensiva, tratando de comprender qué me pasó. Tan solo de acordarme de todo lo que vi y las secuelas de la irresponsabilidad y falta de ética de ese lugar, se me empañan los ojos. 

Qué bueno que hay personas con experiencias muy distintas a la mía, pero eso no significa que estas otras no sean posibles. El daño está hecho. Ojalá yo sea la excepción de la regla; ojalá que esto que siento y pienso no se repita en otra cabeza.

Sé que soy una persona valiosa, amada y profundamente agradecida por todo ese amor que me ha acompañado a donde quiera que voy. La integridad de unx no es negociable.

Una mierda el coaching coercitivo. Viví esta experiencia solo para ayudar a B., pensando que saldría ilesa de ello porque ni siquiera creo en esos espacios. Salí en cuanto pude y me di cuenta de lo horrible que era y lo violentada que me sentí. Ojalá nadie más nunca deba pasar por eso. Te maldigo, Live Free. Eres una mierda para el mundo. 

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