Ayer terminé de leer Conjunto vacío (2015). Desde hace meses me llamaba en mi librero. Creo que no te conté, pero lo compré una tarde en la que deambulaba el centro de Qro. Había pasado a la Dulce Compañía por un suculento café y el bocado experimental que inaugura o quema un puente hacia un postre. En mi caso lo quemó; demasiado dulce. Salí errante y hacía viento. Entré en una librería que estaba ahí cerca y cuyo nombre no recuerdo. Podría buscarlo pero es secundario. Recorrí los estantes con mis ojos y mis manos; reconocí títulos de teoría que me hubieran servido para la maestría. Lamenté no haber ido ahí antes.
En uno de los estantes reconocí Conjunto vacío y lo tomé. Meses atrás lo habían leído en la círcula pero yo no pude estar porque la vida me impidió su lectura. El librero me vio y me preguntó si me gusta Verónica Gerber. Le conté que no había podido leerla pero que me habían recomendado su obra. Me contó que justo en ese momento estaba en la presentación de un libro en el museo de la ciudad. Tan solo a unos pasos que mediría en 2 minutos. Decidí ir a verla. Por primera vez me aventuré entre esos pasillos y escaleras de un edificio por el que había pasado un par de veces y entrado una sola vez, hace años para un festival que organiza unx ex profesorx de la maestría, creo que se llama Vestidas para matar. En fin, llegué a mi destino pero me sentí descontextualizada. Desistí y salí a tomar algunas fotos, a visitar el baño y a comer algo para poder volver a la librería. Llegué ahí sobre la hora a la que el hombre me dijo que cerraba. Sin embargo, retrasaría el cierre porque estaba esperando a su esposa, quien estaba en la presentación de Gerber, y a la misma Verónica porque ahí había dejado su equipaje. Esperé 10, 15, 20 minutos. Casi la hora. Hasta que me decidí a comprar el libro e ir a ver si alcanzaba a que me lo autografiara.
Al llegar de vuelta a la sala del museo, la caída de la tarde nos había regalado los misterios oscuros. Entre cubrebocas, es decir, medias caras, voces tenues sin ánimos de ser murmullos, me dispuse a encontrar a una persona que nunca había visto. Ni siquiera en fotos. Había pequeños grupos de tres personas platicando entre sí, pero no una mesa con libros y la escritora como había pensado. Pregunté a una señora si era ella Verónica y me dijo que no, pero me señaló quién sí era. Me acerqué un poco apenada porque Gerber platicaba con un hombre; él se alejó con cordialidad al ver mi intención de obtener su autógrafo. Le conté un poco de cómo había llegado a adquirir su libro y cómo el azar me permitió conocerla ese día. Le hablé de usted y me pidió que no lo hiciera porque la hacía sentir vieja. Me regaló otro autógrafo para R. en otro de sus libros que compré y que le regalé a R. Nos tomamos una foto y ya está.
Saralicia M. y Verónica G. (Octubre de 2021)
Foto tomada por Saralicia M.
Después de leer Conjunto vacío y escribir este texto no podía sino imaginarme que dibujaba las intersecciones con diagramas de Venn, como diría ese desdoblamiento metaficcional de su voz narrativa. Siento que digo algo tautológico o errado. Como sea, leer su obra me tocó de muchas formas. Sentí como si me hundieran con el índice la boca del estómago. Vero me alzo un puente sensible de experiencias o sentimientos similares a pesar de ser tan distintas. Sobre todo le agradezco la forma en la que percibe a los árboles en tonos filosóficos. Los aborda desde su interior, las vetas que narran su historia como seres individuales pero también sociales; entendí que hay un área que se encarga de estudiar precisamente esas vetas como archivos históricos de enfermedades, deforestaciones e incendios. Quizás exagero, pero algo así me dejó marcada.
Sobre todo disfruté la idea de los principios y la vuelta al origen. Es algo gris pensar que si hay tantos comienzos es porque ha habido muchos fracasos, pero me hizo sentido en mis últimos nuevos comienzos. Entendí que he desandado el camino emancipatorio y ahora estoy aquí, en mi propio búnker. Creo que Ampuero también menciona algo así en un cuento de Pelea de gallos en relación con el volver a la ciudad de origen después de vivir en otros sitios. Los esfuerzos por pensar que ellxs y nosotrxs somos lxs mismxs cuando es esfuerzo inútil.
También disfruté del ludismo del lenguaje. Inventar un idioma con otra persona. La alteración sintáctica o los acrónimos. Me recordó al glíglico de Rayuela. No había topado una obra que se propusiera hacer un poco lo mismo sin que se sintiera forzado ni que fuera estrictamente igual. Esta obra en forma y contenido logra bien el desafío hacia las dimensiones espacio-temporales. La alternancia de narrativas que dan profundidad a la historia a partir de la narración en presente de sucesos que ya quedaron atrás; intercalar el presente como la asimilación de esas situaciones con cierta melancolía; o los espacios donde delinea la relevancia de esas vetas en los árboles y los triángulos, objetos o figuras que viajan semióticamente para adquirir otros significados que las palabras por sí solas no nos dejan claros. Y, finalmente, las narrativas gráficas, disfruté mucho el sentir lo que cada una implicaba con sus intersecciones entre personas/jes, los universos, lo colmado y lo vacío. Gracias por este regalo, Vero. Ahora trato de descifrar el mío:
"Mi expediente amoroso es una colección de principios. Un paisaje definitivamente inacabado que se extiende entre excavaciones inundadas, cimientos al aire libre y estructuras en ruinas; una necrópolis interior que ha estado en obra negra desde que recuerdo. Cuando te conviertes en coleccionista de inicios también puedes corroborar, con precisión casi científica, la poca variabilidad que tienen las finales. Estoy condenada, particularmente, a la renuncia. Aunque, en realidad, no hay mucha diferencia, todas las historias terminan bastante parecido. Los conjuntos se intersectan más o menos igual y lo único que cambia es el punto de vista desde el que te toca ver: la renuncia es voluntaria, el consenso es la menos común de las opciones, y el abandono es más bien una imposición.
Tengo talento para empezar. Me gusta esa parte. pero la salida de emergencia está siempre a la mano así que también me resulta relativamente fácil saltar al vacío cuando algo no me convence. Emprender la huida hacia la nada a la menor provocación. Por eso esta vez no quiero preámbulos, intentaré evadir el comienzo, ya tengo demasiados. Estoy cansada de los preludios y el único momento en que podría volver con cierta seguridad es a aquel desenlace, a ese rompimiento que lo cambió todo en primer lugar, que me convirtió en una desertora, en una compiladora de historias irremediablemente truncas."
V. Gerber, 2015. Conjunto Vacío.
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