miércoles, 9 de junio de 2021

Fragmento de Vivir una vida feminista (2018) de Sara Ahmed

Vivir una vida feminista es convertirlo todo en algo cuestionable. La cuestión de cómo se vive una vida feminista está viva como cuestión y es una cuestión de vida.

Si nos hacemos feministas debido a las desigualdades y las injusticias del mundo, debido a lo que el mundo no es, ¿qué clase de mundo estamos construyendo? Para construir moradas feministas es preciso desarmar lo que ha sido armado previamente; necesitamos preguntarnos contra qué estamos, a favor de qué estamos, con plena consciencia de que este sujeto plural que somos nosotras no es un cimiento, sino aquello por lo que trabajamos. Cuando entendamos qué es lo que queremos, estaremos entendiendo qué significa este nosotras, este esperanzado significante que constituye una colectividad feminista. Donde existe esperanza, existe dificultad. Las historias feministas son historias de la dificultad de este nosotras, una historia de quienes han tenido que luchar para ser parte de un colectivo feminista, o incluso han tenido que luchar en contra de un colectivo feminista para defender una causa feminista. La esperanza no existe a costa de la lucha, sino que anima la lucha; gracias a la esperanza percibimos que tiene un sentido de ilustrar las cosas, y trabajarlas. La esperanza no solo, o no siempre, mira hacia el futuro, sino que también nos remolca cuando el terreno es difícil, cuando nos cuesta más avanzar por el camino que seguimos. La esperanza nos respalda cuando tenemos que esforzarnos porque algo sea posible.

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