miércoles, 13 de julio de 2022

Querido diario:

Estoy recordando a una amiga tan dulce como la miel, a mi amiga M. Nos conocimos en nuestro trabajo en el café durante el 2014. Ambas vivíamos en Guanajuato y tratábamos de comprender el tránsito hacia la independencia económica, hacernos responsables de nuestras decisiones y más. Recuerdo que apenas la iba conociendo cuando muy amablemente me invitó a dormir en su casa un día en el que no tenía llaves de la mía o no podía llegar a dormir ahí no recuerdo por qué. Con ella aprendí sobre la responsabilidad afectiva, ella no solo involucraba a las parejas sexo afectivas sino que hablaba de la importancia de la amistad y cómo no suele tener la misma importancia que las parejas en nuestra sociedad, cuando son iguales de importantes -o quizás más. 

De pensar en mi amiga Mel retrocedo un poco para ver la pared llena de mosaicos de mi vida que son mis amiks. Pienso en Gto., esa ciudad donde viví en varias casas, dormí en tantos cuartos y caminé muchos de sus callejones. Recuerdo los días saliendo de trabajar después de la medianoche y tragar saliva al ver la pendiente del callejón y su posibles sorpresas. En Guanajuato extendí el concepto de familia; aprendí más sobre los cuidados y el peso de las soledades en tiempos de vulnerabilidad. Me gustó sentir que muchas de mis relaciones fueron recíprocas; viví el concepto de comunidad donde todxs nos echábamos la mano en momentos difíciles. Encontré en aquellas camas, platos de comida, lágrimas derramadas, cafecitos compartidos, unos tacos y una chela, un bailecito en la Antigua, algo reconfortante y muchas veces, el empujón necesario para seguir en la vida. 

A veces quisiera escribir todas esas historias para salvarlas del olvido de la memoria. Quizás después, quizás de a poco. 

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