En
las últimas semanas he mencionado que tengo un pacto patriarcal con unas
morras. Lo he llamado así aunque en realidad es una parodia del mismo. Es
decir, desde la prepa nos reímos de la figura del machito repulsivo que vemos
en nuestros contextos. Incluso caigo en
cuenta de que nos hemos apropiado de lo que Butler llama la performatividad
queer, que es "la fuerza política de la citación descontextualizada de un
insulto homofóbico y de la inversión de las posiciones de enunciación
hegemónicas que esto provoca". De manera ñoña percibo que ahí es donde
precisamente radica lo cómico de todo esto, de sentirnos capaces de reírnos de
las palabras que se han integrado en los vocabularios para ofender a otras
personas por salir de los parámetros de la normalidad (whateverthatmeans).
No
es de extrañar que muchos de esos insultos los hayamos recibido en algún
momento pero no sé, siento que hay un mecanismo de despolitización inverso del
insulto cuando hacemos esto de la performatividad queer. Qué va, es reírnos de
nosotras mismas y en ese proceso nos resignificamos algunas heridas
emocionales. Hasta siento que de repente lo llevamos demasiado lejos que para
cualquiera que no esté familiarizadx con ese lenguaje podría resultar incómodo,
¿imaginan la anormalidad riéndose de su misma condición?, ¿será demasiado cursi
decir que resulta terapéutico?
Me
encantan estos espacios en los que aún podemos jugar con todo, como un micro
lugar carnavalesco de códigos suspendidos que tampoco comprometen nuestro
habitar regular por el mundo. Me da miedo a veces perder mi capacidad lúdica.
La neta sin eso mi existencia no tendría sentido, si dejamos de reír (o
cualquier otra actividad inventiva), ¿qué nos queda?
Es
todo, amikes. Reflexiones random de una morra random.
Pd.
A veces me pregunto si será una forma de hacer drag king.
bai
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