viernes, 23 de octubre de 2020

Hoy me encontré con esta publicación de "La vagabunda" (nombre/usuarix de Facebook) y decido guardarlo para la posteridad (los primeros dos párrafos son míos):

Yops cuando la hago de pedo y siempre salen con que si ya podríamos no pensar en una cuestión de género en la escritura o la muerte del autor.. Bueno, para mí también habría que pensar en la estructura que posibilita el acceso a ciertas lecturas y arrumba otras. ¿Quiénes han conformado el canon atribuyéndose el poder de la censura o proliferación de ciertas obras? 

Yo tampoco quisiera que aún fuera un tema para discutir, pero ya que el mundo tampoco ha cambiado lo suficiente para que no sea un tema importante, pues seguiré insistiendo con ello en todos mis espacios -.-. Sobre todo por condiciones genealógicas, ya que esta esfera de la cultura también ha sido terriblemente misógina.

Post by La vagabunda

El asunto de separar al autor de la obra es misógino, racista y clasista, supone que es nuestra obligación como escritoras, lectoras, estudiantes de las diferentes licenciaturas, maestrías, doctorados, etc., en letras, amantas de las letras, pasar por alto y perdonar a feminicidas, violadores, pederastas, torturadores emocionales, tratantes, etc., en nombre de respetar un canon que ellos mismos construyeron y legitimaron entre ellos.

Hay quienes dan por hecho que al negarse a leer a Octavio Paz por ser un maltratador misógino, racista, chantajista, que hizo de la vida de Elena una cárcel y que intentó destruirla creativamente, es negarse a conocer la poesía mexicana como si no fueran poetas mexicanas del mismo siglo: Elena Garro, Pita Amor, Rosario Castellanos, Dolores Castro, Enriqueta Ochoa, Concha Urquiza, Carmen Alardin, Griselda Álvarez, Germaine Calderón, María Entiqueta Camarillo, Rosina Conde, Pita Ochoa, Elsa Cros, Coral Bracho, Isabel Fraire, Emma Godoy, Elva Macías, Margarita Michelena, Thelma Nava, Margarita Paz Paredes, Aurora Reyes, Maricruz Patiño, Ulalume González de León, Rosa María Roffiel y muchas más.

Que no leer William Burroughs, el asesino de Joan Vollmer, que por cierto salió de la cárcel en Lecumberri 13 días después de haber sido  declarado culpable del asesinato de la quien fuera su esposa, nos priva de conocer a la generación beat como si no existiera la obra de Marge Piercy, Elise Cowen, Diane di Prima, Denise Levertov, Joanne Kyger, Lenore Kandel, Ruth Weiss, Janine Pommy Vega, Anne Waldma, Brenda Frazer, Hettie Cohen, Elizabeth Bishop, Maxine Kumin, Lucille Clifton, Kay Ryan, Elizabeth Alexander, entre muchas otras.

O al respecto de los escritores latinoamericanos que erotizan la pedofilia como García Márquez, y la idea de que no leerlo nos hace ignorar el realismo mágico, aunque tengan obras maravillosas María Luisa Bombal, Elena Garro, Silvia Ocampo, Isabel Allende, y otras escritoras del boom latinoamericano como Núria Marrón y Clarice Lispector, entre otras.

Sobre no leer al violador de Pablo Neruda, que nos perdemos de la poesía militante, aunque nos regocijemos en los versos de Ana María Rodas, Gioconda Belli, Rosa María Roffiel, Alaide Foppa, Ruby Arana, Ligia Guillén, Carla Rodríguez, Mariana Sansón, Josefa María Vega, Rosa Umaña Espinoza, Vidaluz Meneses  Michelle Najlis, Esperanza Ramírez, y de las chilenas: Pía Barros, Heddy Navarro, Carmen Berenguer, Teresa Calderón, Constanza Lira, Paz Molina, Natasha Valdés, Heddy Navarro, Myriam Díaz-Diocaretz, Carmen Berenguer, Elvira Hernández, Carmen Berenguer y otras.

Con Arreola, el violador de Elenea Poniatowska, y torturador psicológico de Tita Valencia aseguran que no sabemos apreciar la literatura mexicana, pero nosotras tenemos presentes a Tita Valencia, Amparo Davila, María Luisa Mendoza, Ángeles Mastretta, Nelli Campobello, otra vez Elena Garro, Rosa María Roffiel, Rosario Castellanos, Rosina Conde, Teresa Dey, Inés Arredondo, Cristina Rivera Garza, etc.

Y así un sin fin de ejemplos a lo largo se la historia de la literatura, en las diferentes geografías del mundo, donde las mujeres artistas (no sólo las literatas) tienen una obra muy rica, obras que te tocan las entrañas y te cambian la vida, pero son dejadas para después porque la academia sostiene que tenemos que separar al autor de la obra y que hay que leer religiosamente y por obligación, como si no nos hubiera robado ya toda nuestra formación académica, a los grandes escritores sin importar cuán ruin haya sido su existencia, ni de cuántas formas destruyeron la vida de las mujeres que tenían cerca, porque de no leerlos vamos a la hoguera por falsas literatas alegando que si no los leemos a ellos, no tenemos referentes literarios.

El asunto de separar al autor de la obra es un mecanismo más de invisibilización de la literatura escrita por mujeres. Decirnos que no leer hombres es no leer, demuestra el punto, han perdido mucho tiempo leyendo a esos hombres que son la antítesis del artista, que debería crear, no destruir; y se han perdido de una gran parte del universo literario por aferrarse a un canon rancio, masculino, heterosexual y blanco.

El arte no cabe en la academia, la literatura es más grande que el canon, y cuando decidimos no leer hombres no estamos renunciando a nada, al contrario, nos estamos dando la maravillosa oportunidad de leer a las miles de mujeres que no son leídas como lo merecen, de reconstruir la historia de nuestra palabra y de encontrarnos con un basto universo de literatura escrita por mujeres en todos los siglos, en todo el mundo.

No es ético separar al autor de la obra, sobretodo porque eso se hace para no bajar del pedestal a los que son consideran los grandes escritores, los grandes clásicos, los grandes referentes de la literatura, aunque no sean sino feminicidas, violadores, grandes misóginos; y porque se hace para no abrirle paso al estudio de las letras de las mujeres más allá de algunas materias optativas en algunas universidades, porque claro, conocer la literatura escrita por hombres es obligatorio, pero conocer la literatura escrita por mujeres es opcional.

Querido diario:

En estos últimos días he pensado en el ejercicio de la violencia. Concretamente el Gender Based Violence. Si bien es cierto que en nombre de la cultura y con un sistema patriarcal hiper arraigado se han permitido e incluso legalizado las agresiones físicas y simbólicas de los hombres hacia las mujeres de maneras terriblemente explícitas y otras más "sutiles" (como lo que algunas personas refieren como "micro" o "neo" machismos, pero conductas machistas a fin de cuentas), también me preocupan otra clase de violencias de las que no se habla tan evidentemente, un poquito más allá de sólo pensar en la que los hombres efectúan sobre las mujeres (pensando en esquemas heteronormativos). Con esto no quiero quitarle el lugar que se merece al peso y visibilización que ha cobrado detener, prevenir o estar alertas ante la violencia machista en la actualidad, que en su forma más extrema tenemos el feminicidio. En realidad hablo de preguntarnos sobre la constitución de una relación violenta e incluso de la generización de esas violencias. ¿Sólo los hombres heterosexuales ejercen violencia machista?, ¿qué pasa con la réplica de jerarquías de poder (principal ingrediente de la violencia) en relaciones de lesbianas/gays/trans?

Eso me da para pensar entonces que la violencia no está sujeta a una sexuación corporal pero sí que se ha socializado y asociado la balanza del poder hacia las actitudes que se han considerado masculinas. De otro modo, ¿estaríamos apelando una vez más a argumentos biologicistas y, en el peor de los casos, esencialistas? Por lo tanto, que en nuestros imaginarios pueda persistir la idea del vato=malo, morra= buena. ¿Así de dicotómica debería ser nuestra mirada? A veces me da la sensación de que así de impresionista se consolidan las miradas actuales de los problemas de género.

¿Estamos listxs para esa conversación sin pensar necesariamente que se atenta a neutralizar las estrategias para detener la violencia hacia las mujeres?, ¿alguien más se lo ha preguntado?, ¿sólo soy yo la ondeada ansiosa?, ¿qué comeré hoy?

martes, 6 de octubre de 2020

Del hermoso ensayo A Room of One's Own, de Virginia Woolf

 “The spectacle is certainly a strange one, I thought. The history of men's opposition to women's emancipation is more interesting perhaps than the story of that emancipation itself"


jueves, 1 de octubre de 2020

Crítica de la crítica desde un vacío epistemológico.

Cuando pienso en el canon cultural se me viene un olor fétido a patriarcado, a androcentrismo, a machos burgueses. Gente con privilegios que trascendieron en la cultura.

No me jacto de ser irreverente: sólo lo soy. La indiferencia me acompaña al contemplar lo que se erige como sublime; pero tampoco siento con la banalidad. ¿Será que estoy vaciada de sensibilidad visual? 

Yo no imagino la sustancia, trabajo con ella, con extractos de subjetividad; no con forma o materia. Quizá la literatura esté más desprolija de imposiciones visuales. Las generadas están íntimamente asociadas con nuestra historia y almacén subjetivo.

Mejor busco -será porque me reconozco- en los márgenes de los discursos hegemónicos. Y aún así, difícilmente me encuentro.